No es lo que se dice
Marcas de cantería no iniciáticas
A las marcas que vemos a veces en los sillares de los monumentos medievales, principalmente los religiosos por ser los más abundantes, se las ha querido relacionar con supuestas asociaciones secretas de aquel tiempo, en especial los masones, y con sus ritos iniciáticos. El hecho de que la masonería moderna tenga su origen en el gremio de los albañiles franceses (maçons), que se asociaban para defender sus derechos profesionales y para salvaguardar los secretos de su oficio, ha inducido a algunos a ver en aquellos canteros toda una organización mistérica que expresaba, con los símbolos incisos en los sillares que manejaban, un lenguaje esotérico de iniciación y otras arcanas conjeturas. A difundir esta idea ha contribuido sin duda el hecho de que la hermética masonería de siglos posteriores conservara el nombre original de aquellos constructores del Medievo que, a decir verdad, solo velaban por sus intereses, muy lejos de la teosofía o de otros recónditos planteamientos cabalísticos. De hecho, la mayoría de las marcas de cantería aparecen mucho antes del siglo XIII, en pleno fervor románico, mientras que las organizaciones masónicas de nuevo cuño comenzaron a cobrar fuerza muy avanzado ya el período gótico (siglo XIV), para eclosionar en los siglos XVIII y XIX. Pero aquello, al calor del romanticismo, era ya otra historia. Eso sí, con la escuadra y el compás como enseña y algunos signos lapidarios con sobrevenido valor simbólico; como telón de fondo, no pocas alusiones al gran Arquitecto universal .
Sin embargo, las tan variadas y pintorescas marcas de cantería que descubrimos en nuestras detenidas visitas a los tesoros arquitectónicos de la Edad Media no son sino la firma de los diferentes alarifes que asentaron esos sillares, y por los que esperaban cobrar su merecido estipendio una vez hecho el recuento individual de cada marca, aparte otras marcas funcionales en orden a ejecutar bien el trabajo. Algo práctico, por tanto, hasta el punto que se podría incluso saber hoy el número de maestros canteros que trabajaron en una obra (2) con solo contar las diferentes marcas de cantería que todavía afloran en sus piedras, e indagar al mismo tiempo en las directrices que regulaban el buen asentamiento de los sillares.
Hay construcciones romanas, puentes (3) sobre todo, en las que también encontramos marcas de cantería de significación incierta, vinculadas a caracteres iberos de difícil interpretación, ejecutadas por mano de obra local durante el proceso de romanización que acusó la Península, especialmente durante el siglo I antes de nuestra era. Por no saber todavía la epigrafía moderna —a pesar de los avances fonéticos alcanzados— descifrar léxicamente los diferentes alfabetos ibéricos, nos es desconocido el significado de tales marcas, pero cabe aventurar que guardaban relación con la ejecución de la obra y con los propios canteros indígenas que, bajo dirección romana, la ejecutaron.
El hecho de que no aparezcan marcas de cantería en muchos edificios medievales, tanto religiosos como civiles, no constituye argumento positivo alguno de las peregrinas interpretaciones esotéricas antes referidas. En el Medievo la construcción de una obra se regulaba, al igual que hoy, por diversos tipos de contratos laborales, y uno de los más frecuentes establecía jornales y salarios fijos según categorías profesionales, sin tener en cuenta el trabajo diario de cada operario o el número de piezas que salieran de sus manos.

Iglesia de Santa María de la Horta.
Zamora. Siglo XII. (Autor)
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