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No es lo que se dice

Ábside y testero son cabecera, pero con matices

 

En la planta (1) de cruz latina de una iglesia distinguimos, por su analogía con la postura del Crucificado, los pies de la cabeza. Los pies son la parte del templo donde se halla generalmente la entrada principal, mientras que la cabeza se sitúa en el otro extremo, el más importante, allí donde se aposenta el presbiterio en torno al altar mayor. Es la cabecera, y hacia ella se dirigen todas las miradas. (Por su singularidad y escasa presencia en España, no entramos a considerar los templos con planta de cruz griega.) Obviando las diferencias, la analogía cristológica antes referida es transferible igualmente a otras iglesias de planta no cruciforme.

Vista desde el interior del templo la cabecera, puede que no percibamos bien su verdadero trazado; pero observada desde fuera —siempre que no esté adosada a otros edificios y por tanto encubierta—, presenta, en especial la románica y la gótica, dos diseños fundamentales: el semicircular o cilíndrico y el plano o poligonal. Al primero lo llamamos ábside, del griego ἀψίς, –ῖδος (apsis apsidós: ‘arco‘, ‘bóveda‘) y al segundo, que no contiene esfericidad alguna, testero (del latín tardío testa -ae, ‘parte superior de cabeza’). Adosados tanto a uno como a otro puede haber absidiolos, o sea, protuberancias arquitectónicas —cubos (4) o cilindros (1)— casi siempre con la misma forma geométrica que el ábside o el testero, pero generalmente más pequeños. Está claro que en el caso del testero es impropio hablar de absidiolos porque —salvo raras excepciones— dichas protuberancias, si las tiene, no son curvilíneas, pero a falta de mejor nombre es este el que se usa comúnmente.

Hay también cabeceras mixtas que armonizan testero y ábside, en ese orden, y al gran testero poligonal, a veces escalonado, se le adhieren también escalonadamente uno o más ábsides de menor tamaño. Este mismo diseño puede repetirse en los absidiolos.

La porción recta que, algo sobresalida o bien sin interrupción mural, algunas veces precede al semicírculo absidal —el llamado «tramo presbiterial»— no se considera testero, pero sí parte integrante y unívoca del ábside.

Como queda dicho, desde donde mejor se aprecia este juego de volúmenes es desde el exterior, ya que dentro de la iglesia pueden quedar desdibujados.

Por último, se registran casos en que un absidiolo —pocas veces un ábside— de planta y alzado (3) semicirculares en el intradós (1) se traduce en testero recto al exterior.

Expuestos estos matices, no nos extrañemos si oímos, incluso a expertos, hablar indistintamente de ábside y testero con valor de cabecera. Pero nos chirriarán los oídos o quedarán deslumbrados nuestros ojos al oír o leer frases como esta: «…se define el exterior del testero del ábside…».

Ver también este artículo.

(Para entender mejor los pies de foto de algunos monumentos que siguen a continuación puede consultarse la entrada triconque.)

 

 

ábside triconque
Santa María la Real de Irache. Ayegui (Navarra).
Siglo XII.

ábside simple
Iglesia de Santa María de Villamayor
(Piñola, Asturias), centro cultural.
Siglo XI.

ábside con cuatro absidiolos
Iglesia de Santa María de Azogue. Benavente (Zamora).
Siglo XIII.

testero simple
Santa Leocadia. Helguera (Molledo, Cantabria).
Siglo X.

testero triconque uniforme
Santiago del Burgo. Zamora. Siglo XIII.

ábside triconque mixto
Iglesia de Santa Coloma. Albendiego (Guadalajara).
Siglo XIII.

testero mixto
Iglesia de Santa María. Artiés (Valle de Arán, Lérida).
Siglo XII.

ábside gótico tricónquido
Iglesia del convento de Santo Domingo.
Ribadavia (Orense). Siglo XIII.

ábside policónquido escalonado mixto
Iglesia del monasterio cisterciense de Sta. María de
Armenteira. Meis (Pontevedra). Siglo XII.

 

 

(clica encima de las imágenes

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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