No es lo que se dice
Agujales y mechinales horadando muros
No diferenciar entre agujales y mechinales (1), en modo alguno supone un serio agravio contra la arquitectura, pero algo se resiente nuestra cultura si los confundimos.
Los orificios que vemos repetidos ordenadamente al exterior de algunas construcciones antiguas es en muchos casos una consecuencia de la técnica del tapial (1) con que se edificaron esos muros. Cuando se fabricaban, entraban en juego las agujas (3), maderos más o menos gruesos que atravesaban por los costados y de forma transversal el cajón o molde donde se vertía y apisonaba la mezcla (2) —tierra húmeda bien prensada a la que se agregaba para mayor solidez yeso (1), paja, crines, grava, piedras, etc.—, manteniendo enhiestos y en paralelo los tableros (1) de la tablazón (1). Una vez fraguada (2) la masa terrosa, al retirar la tablazón y sacar de su sitio las agujas, quedaban a la vista los orificios que estas habían formado dentro del tapial. A esos agujeros los llamamos agujales.
El origen de los mechinales —huecos en la pared muy parecidos a los agujales— puede ser cuádruple. Por un lado, el muro que los presenta, casi siempre de mampostería, hizo necesario que en el momento de su fabricación hubiese un andamio sobre el que poder trabajar para asentar las sucesiva hiladas (1) que debían configurar el paramento (1). Dicho andamio proporcionaba seguridad a los albañiles gracias a los anclajes que lo amarraban a la pared, pero al retirarlo dejaba en ella pequeñas brechas que por alguna razón muchas veces no se molestaban en tapar. El nombre de machina que en latín se daba al andamio originó el de mechinal: agujero que deja en el muro la machina.
Pero hay otros mechinales, sobre todo en los muros exteriores de los castillos medievales, que no proceden de un andamio provisional ya retirado, sino de estructuras permanentes de sustentación, vigas o almojayas sobre las que se asentaban uno o más cadalsos (1) o tal vez un adarve (1) suplementario, y que, al ser removidos o abatidos, dejaron al descubierto los agujeros en los que se insertaban las plataformas que los sostenían.
También llamamos mechinales a los huecos alineados en los paños (3) interiores de edificios arruinados, que denotan la preexistencia de otras plantas (2). Al derrumbarse estas con los maderos que las sustentaban, dejaban vistos los orificios donde las vigas fijaban sus extremos.
Por último, en determinados muros propensos a retener humedades se practican todavía hoy pequeños mechinales para el oportuno drenaje, con el fin de aligerar las presiones que la humedad interior pueda ejercer sobre el muro.
La presencia de mechinales y agujales en el mundo de la construcción y en los edificios en ruinas ha propiciado en todos los tiempos el anidamiento en ellos de numerosas aves, especialmente golondrinas y vencejos. De ahí que se discuta a menudo sobre si taparlos o no cuando se va a proceder a la restauración de edificios antiguos que todavía los conservan.

Castillo de Aguas Mansas. Agoncillo (La Rioja).
Siglo XIV. Se evidencian los mechinales que
sostuvieron un cadalso.

Castillo de Peñafiel (Valladolid). Siglo X. Los
mechinales demuestran que el recinto tenía
dos alturas.

Torre de Santo Tomé. Toledo. Siglo XIV. Mechinales
modificados para que solo aniden en ellos vencejos y
gorriones e impidan a las grajillas expoliar sus nidos.
♣ (clica encima de las imágenes)