No es lo que se dice
Códices incunables que no existen
Un códice es un manuscrito anterior o simultáneo a la propagación de la imprenta, la cual, a partir de 1453 —año consensuado para datar el origen de la imprenta en Europa— fue poco a poco arrebatando el protagonismo al secular y fecundo scriptorium de los amanuenses palatinos y monásticos donde el códice se elaboraba. Scriptorium e imprenta convivieron todavía durante algún tiempo, pero a lo largo del siglo XVI la imprenta se hizo definitivamente con el mercado bibliográfico.
Con el nombre de incunables se señalan los primeros libros impresos, producto de una imprenta todavía en pañales o ‘en la cuna’ —incunabilis, en latín—, y más concretamente los que vieron la luz entre 1453 y 1500, ambos inclusive, como se dispuso por puro acuerdo convencional en cierto momento.
Consiguientemente, un códice nunca puede ser un incunable. Su condición de escrito (e iluminado) a mano lo excluye de tal categoría, sea cual fuere la fecha de su composición. (Podría dar lugar a un incunable si su contenido se hubiese trasladado antes de 1501 a matrices tipográficas que lo convirtiesen en libro impreso. Con lo cual registraríamos el hecho real, y frecuente en esos casi cincuenta años, de que un mismo libro tuvo en algún momento una versión incunable, precedida de la original en formato códice.) De igual modo es improcedente llamar «códice» a un ‘antiquísimo’ —ilusorio factor determinante— libro impreso.
(La importancia que tuvieron las miniaturas de los códices en la historia del arte, y en particular en la elaboración de los trabajos escultóricos que tanta vida dieron a la arquitectura, justifica sobradamente que hablemos de códices en este glosario.)
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