No es lo que se dice
Plementos que son gallones
Una vez que los romanos hubieron propagado por todo el Imperio el uso de la bóveda de cañón o medio punto que habían descubierto en Oriente —o aprendido tal vez de los etruscos—, y que resultaba ideal para cubrir espacios rectangulares, pensaron en utilizarla también para techar recintos cuadrados mediante el entrecruzamiento de dos de ellas, dando así origen a la bóveda de arista (4), que además era aún más resistente, ya que permitía distribuir con mayor eficacia los empujes de la cubierta (1) hacia los muros exteriores. Los alarifes medievales, por su parte, tanto los del románico como los del gótico, no solo mantuvieron esa tradición, sino que probaron nuevas intersecciones en la bóveda de arista, y tras la aparición del arco apuntado u ojival, se operó una verdadera revolución en la técnica de montar cubiertas, dándoles cada vez un aspecto de mayor complejidad. Los paños (1) o plementos de las bóvedas entre una arista y otra no solo se multiplicaban, sino que acentuaban además su curvatura, al tiempo que las aristas se tapaban con nervios.
En muchos casos el pronunciado arqueamiento ojival de los plementos dio paso a una concavidad aún mayor, tan aparente que originó en la misma bóveda —y a veces también en la cúpula— otras cuasibóvedas yuxtapuestas. A estas concavidades geminadas en el interior de la bóveda matriz o de la gran cúpula, con las que comparten la misma clave y la línea de imposta, las llamamos gallones (2) (del latín vulgar galleus o gajo), los cuales presentan un hundimiento progresivo y semicircular a medida que se acercan a su extremidad más ancha.
Lo que diferencia a un gallón de un plemento es que este es un segmento de la semiesfera con una curvatura moderada o, en algunos casos, apenas perceptible, mientras que el gallón, por su pronunciado arqueo, constituye en sí mismo una pequeña bóveda entre dos nervios. Y es tal la profundidad de los gallones en su base, que supera la curvatura de la circunferencia que los envuelve, llegando a formar cada uno de ellos una especie de alargada y aguda hornacina, algo que no encuentra correspondencia en la simple esfericidad de los plementos.
La proliferación de gallones rehundidos dentro de la bóveda es en ocasiones tan abundante que el concepto estricto de plementería pasa a un segundo plano, siendo ahora los gallones —necesariamente muy estrechos— los que cubren de forma reiterativa toda la superficie de la bóveda.

Bóveda de horno gallonada. Colegiata de Santa
María de Arbás del Puerto. Villamanín (León).
Siglo XII.
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