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No es lo que se dice

Salomónica: una columna muy exclusiva

 

La justicia salomónica ha hecho fortuna como equivalente de ecuanimidad, difícil veredicto que intenta contentar, parcial o aparentemente, a todas los intereses en conflicto. Con el binomio columna salomónica —elemento arquitectónico de dudoso parentesco con el templo del jurisprudente rey de Israel, como querían los  barrocos— muchos pretenden compendiar, con talante salomónico, el pluriforme espectro de una columna torsa. Y se quedan tan contentos. Pero cuando una columna se retuerce y gira sobre sí misma, presenta dibujos diferentes según el número de fustes que la integren, y puede dar lugar a columnas distintas. Porque es claro que hay columnas, con torsión o sin ella, que se componen de fustes varios. Sin embargo, de las columnas con fuste helicoidal, la salomónica es la única que tiene un solo fuste, y también la única que adquiere ese rasgo inconfundible de superficie continua, sin pliegues, de trazado ondulante y simple. (Ya se encargará después el barroco más furibundo de recubrirla de excrecencias y relieves (1) que enmascaren o disipen su original sencillez.)

En el resto de columnas enroscadas concurren, por tanto, dos o más fustes que se trenzan hasta el final del recorrido. En arte reciben el nombre de columnas entorchadas;  y nada se puede entorchar sin el concurso de dos o más elementos. Su complejidad depende de la longitud de los fustes y de cuántos intervengan en ese apasionado y espiral abrazo, que, comenzando en la basa, culmina en el capitel. Resumiendo, la columna salomónica se forma con un solo fuste, y la entorchada necesita al menos dos (en la base es donde mejor se aprecia el número de fustes implicados).

Tampoco habremos de creer a quien, delante de las columnas de Trajano y de Marco Aurelio, en Roma, o de la columna de la plaza Vendôme, en París (que copia a la italiana), nos encomia enfervorecido el diseño “salomónico“ de tales columnas. Nosotros sabemos que el espiral y rampante friso (1) inscrito en el rectilíneo fuste de sección circular de estas columnas historiadas no las convierte en columnas salomónicas (y mucho menos en entorchadas).

Por último, hay un tipo de columna de arista (3) viva, con anchas acanaladuras más o menos marcadas que suben en torsión desde la base, que muchos la clasifican como entorchada —cuando no como salomónica— por el dibujo helicoidal que forman las estrías. Pero no es sino una columna, redonda o cuadrada, de fuste único, que se retuerce sobre sí misma. A menudo esta columna se arma en ladrillo visto. Mas a pesar de su apariencia, no es admitida tampoco en el club salomónico.

 

 

Columnas salomónicas en casa particular.
Priego (Córdoba). Siglo XVII.

Columnas salomónicas casi desfiguradas por un
barroco pleno. Capilla de San Andrés. Girola de
la catedral de Tarazona (Zaragoza). Siglo XVIII.

Columna entorchada del claustro de
San Pedro de la Rúa. Estella (Navarra).
Siglo XII.

Palacio Guevara. Lorca (Murcia).
1694.

Columnas monofuste de arista viva y estrías torsas.
Colegio de San Gregorio. Valladolid. 1496.

Columna cóclida de base circular con
friso historiado en espiral. Plaza
Vendôme. París. 1810.

Columnas entorchadas. Iglesia
manuelina de Santa Magdalena.
Olivenza (Badajoz). 1510.

Retablo de la capilla de San Vicente. Colegiata de
Santa MarÍa la Mayor. Bolea (Huesca). Siglo XVIII.

Columnas cuadradas torsionadas.
Casa Muley-Afid. Barcelona. 1914.

 

 

(clica encima de las imágenes)

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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