No es lo que se dice
Zuda. Un redundante “castillo de la zuda“
Es ya de dominio público el equiparar zuda con alcázar, palacio musulmán fortificado dentro de la alcazaba, o residencia del valí o gobernador de una ciudad o de una demarcación más extensa del al-Ándalus, tanto en la época del califato (929-1031) como durante los reinos de taifas (1031-1492). También se le otorga equivalencia con el genérico nombre de castillo árabe. Pero en muchos casos esta pretendida equiparación zuda/alcázar es fruto de una apropiación indebida, ya que originariamente la azuda o sudda —del árabe hispano assúdd, y este del árabe clásico sudd— no era sino la presa que remansaba una corriente (todavía hoy hablamos del azud), a la par que la noria, mediante las cuales se lograba encauzar hasta la fortaleza la tan necesaria agua que se tomaba del río. Los castillos árabes más afortunados disponían de suddas, y pasaron por ello mismo a llamarse, para diferenciarse de los que no las tenían, «castillos de zuda» o, por metonimia, zuda a secas. El resto de fortificaciones respondían al nombre de alcázar sin especificación alguna, que se valían de pozos y aljibes para obtener o almacenar el líquido elemento.
Una vez, por tanto, que la tozuda inercia del devenir semántico ha hecho sinónimos castillo y zuda, no cabe legitimar indiscriminadamente la tan socorrida expresión «castillo de la zuda», ya que en la mayoría de los casos se incurre en la misma redundancia que se comete cuando se dice inopinadamente «catedral de la Seo».

Zuda de Tarazona (Zaragoza), 714-1119, medina
regada por el río Queiles. Convertida en palacio
real cristiano, pasó a ser sede episcopal en el
siglo XIV. El aspecto actual es del siglo XVI.

Zuda de Huesca (s. VIII-1094), provista de agua
por el río Isuela. Palacio Real cristiano desde el
siglo XII.
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