No es lo que se dice
Frontón. El hastial, el gablete y el piñón no son frontones
Al templo griego le cabe el honor de haber introducido en el arte arquitectónico el frontispicio (2) triangular con que se hurta a la vista la tablazón (2) delantera y trasera de una cubierta (1) a dos aguas. Lo conocemos con el nombre de frontón, aumentativo de frontis (2). (Adviértase que en los templos griegos y en muchos otros romanos frontón no tenía el estricto significado etimológico de «parte delantera», ya que a menudo se hallaba además en la parte posterior del edificio.) Se trataba en cualquier caso de un gran triángulo isósceles obtusángulo, rebajado en altura, que cubría íntegra y linealmente el espacio triangular vacío que dejaban por delante y por detrás las dos vertientes del tejado. Con el resalte de sus líneas oblicuas enaltecía todavía más la verticalidad del conjunto, pugnando contra la horizontalidad que imprimían al templo las hileras (1) de columnas, el arquitrabe y el friso (2).
Los tres lados del triángulo quedaban perfilados por molduras lisas o labradas que enmarcaban el alma (4) del frontón, o sea, el tímpano (2), un espacio ciego que cobijaba por lo común en su seno grupos escultóricos. La base del triángulo apeaba sobre el entablamento (1) —friso y arquitrabe—, que a su vez era sostenido por columnas.
Este remate clásico (1) —que pasó sin cambios al arte romano, y siglos más tarde fue repristinado, incluso con carácter profano, en edificaciones renacentistas, barrocas y neoclásicas— inspiró también otras formas arquitectónicas que conformarían u ornamentarían numerosas fachadas. Nos referimos al hastial, al piñón y al gablete, cuyo único parecido con el frontón es su aproximación triangular.
El hastial es la parte superior de la fachada de un edificio a dos aguas, en la cual descansan las dos vertientes del tejado, equiparables a las «patas» de un triángulo. Pero el hastial carece habitualmente de «base», por lo que no alcanza la forma triangular completa. Tampoco se sustenta sobre entablamento alguno ni tiene tímpano. Tres razones, por tanto, para no equipararlo al frontón. Los hastiales además —a veces entramados— evolucionan frecuentemente hacia modelos que se alejan todavía más del frontón clásico, como son, entre otros, el hastial escalonado, el mixtilíneo y el flanqueado por volutas, tan propagados en el norte de Europa.
El piñón es un hastial menor que no abarca toda la fachada y puede aparecer rematando elementos independientes, bien en la misma fachada principal, bien coronando fachadas secundarias o puesto en otras partes del edificio: buhardillas (2), ventanas o vanos en general.
El gablete —que algunos llaman también piñón, sobre todo cuando monta sobre una fachada gótica— es una pieza ornamental con forma de triángulo isósceles muy agudo, exclusivo de las catedrales góticas, concebido para acentuar aún más la acusada verticalidad de la fábrica. Suele ir sobre las portadas, o bien acompañando las zonas medias y altas de las torres y rematando vanos. Sus laterales adornos en croché (rampán) y su núcleo de tracería (1) enaltecen sobremanera aquello que corona. Cuando se sobrepone a una puerta o una ventana, su base es atravesada con frecuencia por la ojiva del arco que enmarca el vano.
Expuestas ya las peculiaridades del hastial, el piñón y el gablete, poca semejanza hallamos con el frontón triangular que, sin embargo, algunos emplean a diestro y siniestro suplantando a aquellos.

Recreación del templo dórico de Asklepios.
Terminado en 375 a. e., se encontraba en
Epidauro (Argólida, Grecia).

Gablete de la portada de Santa Úrsula.
Iglesia arciprestal de Santa María.
Morella (Castellón). Siglo XIV.
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