No es lo que se dice
Umbral y dintel. Nadie pasa por debajo del umbral ni por encima del dintel
Atravesamos el umbral de la puerta para entrar y salir de un recinto. Al hacerlo, pasamos por debajo del dintel —o su equivalente— y pisamos (o saltamos, si estamos en forma) el umbral. Cualquier otra expresión que mezcle aleatoria o caprichosamente dintel y umbral corre el riesgo de ser errónea o, cuando menos, ambigua. Y es que todavía hay quien se atreve a “pasar por debajo del umbral” o prefiere quedarse fuera de la habitación “sentado en el dintel”.
En todo vano distinguimos ambos elementos: el dintel —de obra (3), sillar, madera, metal… o la roca misma en una cueva—, que cierra o enmarca el vano por arriba, y el umbral (no necesariamente de los mismos materiales que el dintel), que lo hace por abajo. Y en ese vano colocamos de ordinario una puerta o una ventana, con jambas o sin ellas; por lo que habitualmente nos valemos en el habla de los binomios «el umbral o el dintel de la puerta» y «el umbral o el dintel de la ventana» —menos frecuente—. Son metonimias legítimas que facilitan la comunicación a la hora de expresarnos, aun a sabiendas de que ni la puerta ni la ventana, como mobiliario que son, están dotadas en sí mismas de umbral y dintel alguno; sí, en cambio, el vano al que pertenecen.
El parecido fónico entre umbral y el latín umbra (del que derivan umbroso, umbráculo, umbrático y hasta umbela —términos alusivos de un modo u otro a sombra—) está posiblemente en el origen de la confusión accidental del significado de umbral, emparentándose, como aquellos, con ‘lo que da sombra’; y para que algo dé sombra respecto de un plano inferior debe quedar ‘arriba’. Pero umbral nada tiene que ver con el latín umbra, sino con liminaris (‘que está a la entrada’, ‘liminar’), derivado de limen (‘umbral’), y este de liminare (‘poner a la entrada’). La secuencia etimológica de nuestro término es, pues, la siguiente: el latín liminare evolucionó a limnar, limnar dio limbral, este mudó a lumbral por contaminación de lumbre, y así se llegó a umbral, por tomarse la ele inicial de lumbral como si se tratara de la del artículo el-umbral en lugar de el umbral. De ahí a pensar que umbral debía ser la parte superior de la puerta, por ser la más sombría, no hay más que un paso; y así, dintel, que es la parte superior del vano, adquiere para muchos la posición opuesta, situándose en la parte inferior. (PASCUAL RODRÍGUEZ, José Antonio, de la Real Academia Española: No es lo mismo ostentoso que ostentóreo. La azarosa vida de las palabras, pp. 78-79. Espasa, 2013.)
Umbral y dintel encierran además un sentido con el que trascendemos a veces el significado físico que acabamos de señalar. Y es cuando empleamos cualquiera de los dos para denotar actitudes personales tendentes a la acción o, por el contrario, a la reserva u omisión, o bien para señalar situaciones existenciales. Una de estas, por ejemplo, es el «umbral de la pobreza». Y entre las actitudes personales podemos citar expresiones como: «lo que haces sobrepasa el umbral de lo permitido», «juntos cruzaron el umbral de una nueva etapa», o «mantenemos el estímulo sin superar el dintel correspondiente», «lo llevo grabado con letras de oro en el dintel de mi alma»; también imágenes literarias como la del salmo 23: «portones, alzad los dinteles». Otros ejemplos acuñados como monedas de uso común son: umbral sensitivo, umbral sonoro, umbral del dolor, dintel estadístico…, pero en todos los casos tanto umbral como dintel siguen manteniendo su propio significado: dintel arriba, umbral abajo.
Por último, en la expresión “pasar al otro lado del dintel” ni siquiera se repara en si el vano que se cruza o se traspasa para ir al otro lado tiene dintel, o luce más bien un arco o cualquier otro tipo de cerramiento. Elipsis convenida al servicio de la comunicación.
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