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No es lo que se dice

Rupestre: más allá de pinturas y cuevas

 

La popularidad que han alcanzado las pinturas rupestres en el acervo cultural de los pueblos ha llevado a mucha gente a pensar que lo rupestre queda circunscrito al ámbito pictórico de las cuevas y los abrigos, esos espacios que durante siglos fueron la morada de nuestros antepasados prehistóricos. Pero ya entonces el arte rupestre —dicho esto con todas las reservas, pues presumiblemente sus artífices no pretendían hacer arte con aquello— trascendía esa doble idea de pinturas y cuevas, y nos proporcionó además otras expresiones culturales que nada tenían que ver con grutas, abrigos o cavernas decoradas con dibujos abstractos o figuras de animales y seres humanos en contextos de caza. Porque lo rupestre —del latín rupes, “roca”—, el rupestre que aquí nos interesa, denota y abarca cualquier expresión artística que se haya manifestado en la piedra, sea dentro de una cueva o a la intemperie, bien en el soporte inmueble de una pared rocosa, bien en el objeto mueble (1) de una estela, un trozo de sílex o una plaqueta (1), y, por extensión, también en astas, cuernos, colmillos y huesos.

Pero también son rupestres los petroglifos, esas insculturas simbólicas y esquemáticas que plasman sobre afloraciones graníticas —mayormente en superficie— motivos geométricos curvilíneos, laberintos, espirales, cazoletas, marcas serpentiformes…, y también perfiles de humanos, animales y armas.

Son igualmente rupestres las tumbas antropomorfas, de bañera, trapezoidales u ovaladas de la Edad del Bronce (1800-800 a. e.), y otras romanas, visigodas y mozárabes, que hallamos diseminadas, solas o formando necrópolis —casi siempre a cielo abierto— en afloramientos pétreos de muchas regiones españolas.

Más conocidas como rupestres son las ermitas y templos roqueros, creados en lo profundo de la montaña por extracción de material. Por contra, las bodegas, si bien no solemos calificarlas de rupestres, lo son igualmente, horadando tantas laderas de nuestras montañas, para poner a buen recaudo en ellas el vino, los quesos y otros alimentos que exigen una temperatura estable para su óptima maduración y puesta a punto, temperatura que las cuevas proporcionan de forma natural.

Son asimismo rupestres, porque han sido excavados en la rupes, la mayoría de los teatros  griegos y romanos —sobre todo la sección correspondiente a la cávea— y algunos anfiteatros. Siguiendo su ejemplo, en nuestra Península ciertas plazas de toros ostentan todavía un graderío labrado directamente en la peña circundante. 

Estas muestras de la arquitectura rupestre hispana, lejos de ser anecdóticas, reflejan lo prolíficas que son en el panorama nacional y universal tanto la industria de labrar y horadar la roca —bien en su misma entraña bien al aire libre—, como el ingenio de utilizarla simplemente para reproducir en ella ideas, inquietudes y deseos. En suma, un arte polifacético que toma el medio natural rocoso para darle utilidad pública o para convertirlo en soporte de múltiples manifestaciones anímicas y culturales.

 

 

Abrigo Roca de los Moros. El Cogul (Lérida).
6000-1500 a. e.

Petroglifo de Laxe de Roas. Otero de
Eiroa. Louro (Muros, La Coruña).
Hacia 2000 a. e.

Iglesia rupestre de San Miguel. Eremitorio de Presillas
de Bricia. Alfoz de Bricia (Burgos). Siglo VI.

Teatro romano excavado en la ladera rocosa de
la alcazaba. Málaga. Siglo I a. e.

Vista cenital del anfiteatro de Carmona
(Sevilla), excavado en la roca. Es el más
antiguo de la España romana. Siglo I a. e.

Iglesia rupestre. Enclave mozárabe de Bobastro.
Ardales (Málaga). Siglo IX.

Plaza de toros de Bocairente (Valencia), excavada
en la roca. 1843.

Necrópolis de San Andrés. Hornillos (San
Vicente de la Sonsierra, La Rioja). Siglos X y XI.

Trozo de la estela de San Vicente de Toranzo.
Museo Regional de Prehistoria y Arqueología
de Cantabria. Santander. Siglo II a. e.

Ermita de San Bernabé. Quintanilla del Rebollar
(parque Ojo Guareña, Burgos). Siglo VIII o XIII.

Ermita de S. Bernabé. Quintanilla del Rebollar
(parque Ojo Guareña, Burgos). Siglo VIII o XIII.

Cueva de Santimamiñe. Cortézubi (Vizcaya).
14 000-9000 a. e.

Bodegas de vino en el cerro Castillejo. Méntrida
(Toledo). Siglo XV.

Cementerio rupestre de Montefrío (Granada).
Siglo XIV.

Cueva del Molin. Bodega para la maduración
de quesos. Carreña de Cabrales (Picos de
Europa, Asturias).

 

(clica encima de las imágenes) 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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