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No es lo que se dice

Modernista, un término de uso indiscriminado

 

A nivel divulgativo, con la etiqueta de modernismo se clasifican con frecuencia construcciones heterogéneas que casan mejor con otros estilos, como el multiforme eclecticismo, el art déco, los ‘neos’ historicistas (neogótico, neobarroco, neomudéjar…) e incluso los que responden a la arquitectura industrial. Estos estilos, coetáneos en mayor o menor medida del modernismo hispánico (el eclecticismo y el historicismo lo precedieron y se mantuvieron boyantes hasta bien entrado el siglo XX), poco o nada tuvieron que ver con él ni con sus correspondientes modernismos europeos: Art Nouveau (Bélgica y Francia), Stile Floreale (Italia), Modern Style (Reino Unido), Jugendstil (Alemania y países nórdicos), Sezessionstil (Austria), Nieuwe Kunst (Países Bajos). Lo cierto es que el modernismo nació como reacción frente a los cánones imperantes de la época, en especial los academicistas. El lapso de tiempo que aglutina el estilo modernista en España se extiende aproximadamente de 1890 a 1910, si bien en Cataluña, su cuna, se prolongó hasta 1925.

Estas son las características más destacables de la arquitectura modernista:

∗  Inspiración en la naturaleza, con predominio de las formas vegetales, no solo estilizadas, sino concebidas simbólicamente y al servicio de un surrealismo adelantado a su tiempo.
∗  Fachadas esculturales adoptando formas orgánicas.
∗  Preferencia por la asimetría y la línea curva, lo sinuoso frente a lo rectilíneo, tanto en planta (1) como en alzado (1). El japonismo actuó como fuente de inspiración.
∗  Profuso empleo de motivos ornamentales exóticos o de pura fantasía.
∗  Diseños tendentes a fomentar la sensualidad y la complacencia de los sentidos, articulando espacios amables.
∗  Vuelta a lo artesanal con renuncia expresa a la producción masiva.
  Sometimiento a la decoración naturalista, criterio aplicable a todos los ámbitos del arte figurativo: muebles, rejería, joyería, cristalería, cerámica y azulejería, lámparas y todo tipo de objetos útiles en la vida cotidiana, incluido el mobiliario urbano.

Nada o muy poco de todo esto hallamos en numerosas construcciones que, sin ton ni son, algunos califican de ‘modernistas’, bien por pereza mental, bien por falta de información. La popularidad y simpatía de que goza la palabra modernismo, por cuanto de innovadora plasticidad y de atrevido diseño representó en su momento, ha llevado a muchos a querer calificar también de ‘modernistas’ arquitecturas ajenas —algunas de compleja clasificación—, bien por el mero hecho de que se salen de lo común, bien por pura aquiescencia social, o porque vieron la luz en plena efervescencia modernista, aun teniendo poco que ver con ella.

Por otro lado, la idea general de “moderno” se cierne tal vez cual nebulosa envolvente sobre el bagaje cultural de quienes, ante lo desconocido, pretenden salir airosos —o salir del paso, simplemente— con los términos ‘modernismo’ y ‘modernista’, los cuales, aun sin ser técnicamente equiparables a moderno, los consideran equivalentes y en cualquier caso más artísticos.

Hay, sin embargo, un aspecto que urge destacar y que puede concitar indulgencia para la propensión «modernista» de algunos. Y es que la mayoría de los estilos que vinieron después de los furibundos historicismos son estilos de frontera, no se sabe muy bien dónde empieza lo peculiar y propio y dónde terminan las aportaciones del arte precedente. Más aún: no pocas propuestas artísticas de creaciones consideradas de tal o cual estilo juegan ellas mismas con la ambigüedad. De ahí que en nuestro empeño por encuadrarlas llegan a suscitarnos no pocas dudas; se hace difícil dar en la diana, porque realmente no hay diana donde dar. Clasificar determinadas arquitecturas es a menudo tarea ardua porque los rasgos que incorporan son con frecuencia tan identitarios de unos estilos como de otros. Si alguno predomina sobre los demás, estaremos de suerte y hasta es posible que acertemos con el estilo de pertenencia. De lo contrario, la duda seguirá latente, y al final, por atajar, catalogaremos aquello con el comodín de “ecléctico”.

Las seis primeras imágenes que vienen a continuación, aunque menos conocidas por el gran público, son una muestra fidedigna de arquitectura modernista:

 

 

Pórtico de la cripta de la Colonia Güell. Santa Coloma
de Cervelló (Barcelona). 1914.

Palacio Longoria, hoy sede de la SGAE.
Madrid. 1905.

Palacio de la Música. Barcelona. 1908.

Teatro Campos Elíseos. Bilbao. 1902

Casa Maestre. Cartagena (Murcia). 1906.

De izqda. a dcha., Can Fortaleza-Rey y almacenes
El Águila. Palma de Mallorca. 1911.

 

 

(clica encima de las imágenes) 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

A continuación, arquitecturas que mucha gente califica erróneamente de ‘modernistas’:

 

ecléctico de inspiración europea
La Terraza, hoy delegación de Radio Televisión
Española. La Coruña. 1922. Suplantó a otro
edificio, este sí modernista, trasladado a Sada.

neogótico
Els Quatre Gats. Barcelona. 1897.

ecléctico con trazas neomudéjares y neobarrocas
Palacio Larrinaga. Zaragoza. 1908.

ecléctico con predominio academicista
Palacio Consistorial de Cartagena (Murcia). 1907.

neoclásico con rasgos de estilo colonial
Sociedad de Cultura y Recreo o Gabinete
Literario. Las Palmas de Gran Canaria. 1844.

neobarroco
Edificio Gabriel Lodares. Albacete. 1925

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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