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No es lo que se dice

Trasaltar y trascoro, obviedades de Perogrullo

 

En el revuelto río de internet hallamos flora y fauna de lo más variopinto. Y ese carácter libérrimo, casi libertario, de la red nos obliga a montar la guardia más de lo deseable, a fin de contrastar caso por caso la ilimitada información que nos transmite. Desde su particular tribuna, este alarife aporta también su personal contribución al incesante caudal de opiniones y saberes que ponen a prueba nuestra capacidad de discernimiento. Por lo que soy igualmente objeto de tan irrenunciable vigilancia diligente.

En algunos templos importantes como las catedrales, las basílicas, ciertas colegiatas y a menudo algunas iglesias monásticas, podemos encontrarnos —solo si disponen de girola o de una cabecera diáfana que permita transitar por detrás del presbiterio— lo que, por evidente, se ha dado en llamar trasaltar: una suerte de retablo o capilla, quizás un mausoleo o acaso un trabajado mural (2), que cierra, hermoseándolo, el trasdós (4) del presbiterio. Como su propio nombre indica, ese añadido escultórico-arquitectónico del testero está inmediatamente detrás del área que corresponde al altar mayor, ese punto convergente que da al templo no solo su orientación cardinal, sino también su sentido espiritual.

Y hasta es posible que en el mismo templo —únicamente si tiene coro cerrado en medio de la nave principal— hayamos admirado algo parecido en la parte posterior del recinto coral. Y si el ornamentado trasaltar recibe su nombre del altar mayor que lo precede, de igual modo lo que contemplamos detrás del coro no puede llamarse sino trascoro. Pero, ay, estas obviedades de Perogrullo no están al alcance de todos, y lo inverosímil siempre encuentra adeptos.

Ni el trasaltar ni el trascoro, sin embargo, son ubicuos. Ni siquiera todas las catedrales presumen de tenerlos. Además, como ya se ha insinuado, puede un templo embellecer su deambulatorio (2) con un trasaltar, pero no exhibir trascoro, por inexistencia del ámbito coral que lo ocasiona; y viceversa: una iglesia puede lucir un hermoso trascoro a los pies del templo y no contar con un trasaltar en la cabecera.

Por último, y en descargo de quienes cándidamente no distinguen entre trasaltar y trascoro, hay que anotar la confluencia a veces de coro y altar mayor en un mismo espacio, o sea, en el presbiterio. Y en este caso, claro es, trascoro y trasaltar devienen ambivalentes.

 

 

Trasaltar de la catedral de Valencia (brazo
incorrupto de S. Vicente mártir). Siglo XVIII.

Trasaltar de la catedral primada de Santa María.
Toledo. Siglo XV.

Trasaltar de la catedral de Tarazona
(Zaragoza). Siglo XVIII.

Trascoro de la iglesia de Santa Ana o «catedral de
Triana» (siglo XIII). Sevilla. Siglo XVIII.

Trascoro de la catedral de Santa María.
Astorga (León). Siglo XVIII.

Trascoro de la catedral de Cristo Salvador. Ávila.
1531-1536.

Trascoro de la catedral de Sta. María de la Sede.
Sevilla. 1635.

Trascoro de la catedral de Nuestra Señora
de la Asunción y San Frutos. Segovia. 1782.

Trasaltar de la catedral Sta. María de Regla. León.
Siglo XVI.

Trascoro de la catedral de Cádiz. 1800.

Trascoro de la iglesia del monasterio benedictino
de San Salvador. Celanova (Orense). Siglo XVII

Trascoro de la colegiata de San Bartolomé.
Belmonte (Cuenca). Siglo XVIII.

 

 

(clica encima de las imágenes)

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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