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No es lo que se dice

Peinazos y taujeles dando vida a los alfarjes

 

Para un mejor entendimiento de lo que esconden las afiligranadas tracerías (1) de los infinitos tipos de alfarjes que tanto el arte andalusí como el mudéjar nos legaron, es imprescindible saber distinguir entre taujeles y peinazos, esos listones y travesaños que diseñan —o distribuyen, según los casos— las incalculables morfologías que cubren unas veces de esplendor y otras de contenida austeridad numerosas techumbres de nuestras iglesias y palacios medievales.

Al enunciar, describir o simplemente señalar las muy abundantes cubiertas (1) mudéjares de nuestro patrimonio arquitectónico, se las suele calificar, casi invariablemente, de “apeinazadas”, entendiendo por tales la compleja trabazón que muchas armaduras (1) de par y nudillo muestran, tanto en su harneruelo central como en los faldones (1) laterales. También recibe el trato de “apeinazada” la inequívoca y enmaderada guarnición que cubre a menudo con rueda de lazo (1) las mencionadas armaduras de par y nudillo y los forjados (2) planos de los alfarjes.

Mas si «apeinazada» deriva de peinazo, bueno será saber qué se entiende por ello en la arquitectura de armar:

a) listón o travesaño corto, labrado o carente de labra (1), que se intercala perpendicularmente por tramos regulares entre las jaldetas (1) para formar el espacio poligonal de los artesones,

b) pequeño travesaño sin labra alguna que, inserto por tramos entre las alfardas de una armadura de base cuadrada, sexpartita u ochavada, da soporte a los taujeles y otros elementos de la lacería, quedando por ello mismo oculto a la vista, y

b) cada uno de los cortos y ornamentados listones con que se arma un alfarje reticular en un techado plano cuya estructura carezca de jaldetas.

Con estas premisas es difícil que logremos reconocer como “apeinazada” una techumbre en la que no vemos los elementos que acabamos de referir. Sí, en cambio, los descubriremos en los simétricos artesonados que engalanan tantos salones, cuyos alineados casetones son producto inequívoco de robustos peinazos equidistantes —a veces suplantados por el cruce mismo de jácenas y jaldetas—, o en aquellos otros de trazado más irregular que tejen su enmarañada cuadrícula con leves peinazos de menor recorrido.

El desconocimiento de lo que los peinazos significan y sobre todo la inveterada orfandad intelectual de los taujeles como auténticos denominadores de las tracerías islámicas y mudéjares están en el origen de la confusión que nos ocupa. ¿Qué son, entonces, los taujeles?:

∼  listones o tablillas —también llamados cintas (2)— estrechas y alargadas, decoradas con gramiles o pintadas, que se emplean en el revestimiento (1) de una cubierta, especialmente si es islámica, así como en los faldones y en el almizate mudéjar de una armadura de par y nudillo, formando alfarjes simples o de rueda de lazo.

El virtuosismo geométrico y deliciosamente abigarrado de nuestras impactantes armaduras mudéjares no está producido, es claro, por los referidos peinazos, sino por los sutiles taujeles que acabamos de descubrir, los cuales se combinan entre sí formando las estelares ruedas de lazo más sencillas y también las más complejas, así como los intrincados y a la par homogéneos encajes de lacería (1), dejando entre medias los inevitables huecos donde quedan alojados los polícromos zafates.

Por último —y sin que sirva de comodín a cicerones ambiguos—, es tal la fecundidad del ingenio mudéjar, que nos ha legado también alfarjes mixtos, donde con buen oficio y donaire se conjugan peinazos y taujeles.

Llegados a este punto podemos preguntarnos ya con conocimiento de causa si presentar como “apeinazadas” todo tipo de cubiertas no equivale acaso a uniformar disparidades manifiestas, cuya única coincidencia es hacernos mirar embobados hacia el techo, sin más averiguaciones de nuestra parte sobre aquello que nos produce tal embeleso. Pero inquirimos más: si con peinazos se han apeinazado los bellos artesonados que todavía nos asombran, ¿qué nos impide llamar “ataujelados ” a tantos y tan hermosos alfarjes que todavía nos fascinan tachonados de taujeles?

Ver también este artículo.

 

 

alfarje apeinazado
Sala “Tanto Monta” del palacio episcopal viejo.
Huesca. 1478.

alfarje apeinazado
Sala del Tesoro. Claustro de la catedral de
Tarragona. Siglo XIV.

alfarje ataujelado-apeinazado
Sala principal del palacio de Miguel Donlope (Real
Maestranza de Caballería). Zaragoza. Siglo XVI.

alfarje ataujelado
Armadura de par y nudillo. Salón de los Caballeros.
Madraza de Yusuf I (hoy Escuela Real de Bellas
Artes). Granada. 1349.

alfarje ataujelado
Cubierta de par y nudillo con labor de
rueda de lazo. Iglesia de Santa María.
Fuentes de Nava (Palencia). Siglo XVI.

alfarje apeinazado-ataujelado
Artesonado neomudéjar. Capilla del Colegio Máximo
de la Cartuja (1894), hoy facultades de Odontología y
de Comunicación y Documentación. Granada.

 

 

♣ (clica encima de las imágenes)

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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