Véase soga
Bajo el nombre de Cantería se ofrecen de corrido las entradas de este glosario.
Véase soga
Véase soga y tizón
Véase tizón
Ábaco apenas perfilado en un potente y único
cimacio para dos cestas entestadas. Claustro
de Mas del Vent. Palamós (Gerona). Siglo XII.
Ábaco insignificante formando bloque con un
cimacio exuberante. Claustro de San Pedro el
Viejo. Huesca. Siglo XIII.
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Véase tesela
Dotada de balaustres.
Dotado de balaustres.
Véase comba
Aplicado al arte, fue el estilo (1) cultivado en Oriente Medio durante la dinastía Abasí (750-1258), la cual había derrocado a los Omeyas y trasladado de Siria a Iraq el centro del Imperio árabe, estableciendo su capital en Bagdad. La arquitectura abasí se caracteriza por el uso del ladrillo, el pilar, el arco conopial o en quilla, la decoración en estuco y el iwan, de tradición persa.
Véase naos
Véase ajedrezado o jaquelado o taqueado
Relativa a bocel, que tiene caracteres abocelados.
Vano del testero. Iglesia de San Esteban. Zamora.
Siglo XII.
Impostas aboceladas. Torre de la iglesia
de San Pedro ad Víncula. Torralba de
Aragón (Huesca). Mitad del siglo XVI.
Arquivolta de boceles y junquillos (1). Iglesia de San
Lorenzo. Zorita del Páramo (Palencia). Siglo XII.
Acceso a la sala capitular. Monasterio de San Andrés
de Arroyo. Santibáñez de Ecla (Palencia). 1200.
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Que no se ha terminado de perfilar o se presenta intencionadamente con un perfil abocetado para lograr un determinado efecto artístico.
Que no se ha terminado de perfilar o presenta intencionadamente el aspecto de algo inacabado, apenas esbozado, con pretendidos fines artísticos. Arte conceptual.
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Que presenta la concavidad inherente a los elementos abocinados.
Se dice de un vano preferentemente curvo que acusa un ensanchamiento progresivo desde el punto de arranque —de dentro a fuera—, en proyección generalmente diagonal al paramento (1), bien en el paño (3) exterior, bien en el interior, o en ambos. En el primer caso, el paradigma por excelencia del abocinamiento es la arquivolta (2), tan reiterada en las portadas románicas y góticas. El final del abocinamiento lo determina el enrasado con el muro; no forma por tanto parte de él la frecuente chambrana que en muchas arquivoltas lo enmarca sobresaliendo del paramento, y que algunos dudosamente llaman guardapolvo (ver este artículo).
Arco abocinado. Aspillera. Capialzado. Derrame. Saetera. Tronera (1).
Vano del ábside. Iglesia del monasterio jerónimo
de S. Juan de Ortega. Barrios de Colina (Burgos).
Siglo XII.
Rosetón de la iglesia de Santa Cristina de Ribas
de Sil. Parada de Sil (Orense). Finales del siglo XII.
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o absidial
Que tiene ábside o guarda relación con él.
Proviene del griego ἀψίς, -ῖδος (apsis apsidós: ‘arco‘, ‘bóveda‘). En un templo, es la parte abovedada semicircular o poligonal (testero) que sobresale en la cabecera. Muy frecuente en el románico y el gótico, el ábside es la continuación de lo que los romanos conocían como éxedra en las basílicas. El concepto «ábside» ha sufrido una desviación en su etimología y actualmente denota tanto la cabecera de base cilíndrica, que le es propia, como la de trazado poligonal (en este glosario, en honor a la precisión, tratamos como ábside al circular y como testero al recto, salvo en el caso de los absidiolos, término común para ambos diseños. Ver este artículo).
El ábside, al igual que otros cuerpos (1), presenta una cara exterior o trasdós (4) y otra interior o intradós (1), y ambas reciben el nombre de ábside, aun cuando su configuración arquitectónica, tanto en la forma como en la ornamentación, sea muy distinta.
La cabecera semicircular, al igual que la de base rectangular, pueden presentar además otros ábsides más pequeños, los ya mencionados absidiolos, flanqueando al principal y formando con él, según su número, un ábside tri, tetra, penta… -conque o -cónquido (ver triconque). Aun sin ser lo habitual, en las cabeceras románicas asistimos también a la combinación de testero (poligonal) seguido de ábside (semicircular), nunca al revés. Estas combinaciones dan lugar a cabeceras escalonadas (b), en las cuales testeros, ábsides y absidiolos se suceden adosados y disminuyendo progresivamente en altura. En algunas plantas de cruz latina vemos, por último, otros absidiolos semicirculares alejados del ábside central e integrados en los brazos del transepto.
A veces, en las cabeceras con un solo ábside es precedido este por una porción recta —ligeramente sobresalida o quizá sin solución de continuidad— formando unidad con él; es el «tramo presbiterial».
En todos los casos, la visión más definida y completa del ábside o del testero la obtenemos desde el exterior del templo, ya que desde dentro no siempre se percibe con claridad el diseño exacto de la cabecera.
En la riqueza terminológica del arte románico, para designar el ábside central y los absidiolos semiesféricos se utilizan frecuentemente términos como cubo (4), cilindro o semicilindro, tambor (4), hemiciclo (2) y cascarón absidal —si el intradós del ábside presenta bóveda de horno—, lemas que, aun sin ajustarse estrictamente a lo que definen, contribuyen a dotar al concepto de una mayor plasticidad.
Éxedra. Planta (1). Triconque.
Ver también este artículo.
Ábside con tramo recto de la iglesia de San Juan
Evangelista o ante Portam Latinam. Arroyo de la
Encomienda (Valladolid). Siglo XII.
Ábside y absidiolos cilíndricos de la colegiata de San
Salvador. San Salvador de Cantamuda (Palencia). 1185.
Ábside tricónquido. Iglesia mudéjar de San Salvador
de los Caballeros. Toro (Zamora). Principios siglo XIII.
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