Sillares y mampuestos
bóveda califal
Fruto del innovador estilo hispanomusulmán de la época califal, esta bóveda (a veces cúpula), cuyo modelo serían las cuatro bóvedas del mismo estilo (1) que luce la mezquita de Córdoba —gracias a la prolongación llevada a cabo por al-Hakam II entre 962 y 965— se aparta de la entonces incipiente creación románica de la bóveda de crucería, que hallaría su consolidación y máximo apogeo en el arte gótico. No obstante, los arcos que configuran la bóveda califal siguen perteneciendo —al igual que en crucería— al género de “arcos entrecruzados”. Ocho nervios gruesos (aristones [1]) arrancan dos a dos desde puntos equidistantes de la base octogonal de la bóveda, tomando direcciones divergentes, para morir en lados distintos del octógono, donde cada nervio se empareja con otro que ejecuta esta misma función. En su trayectoria de lado a lado se produce el entrecruzamiento de los nervios, que evitan pasar por el centro (la clave) de la bóveda. El resultado final es una estrella de ocho puntas, cada una de las cuales apea (1) sobre la ménsula de la que arrancan esos mismos nervios que la forman o directamente sobre el anillo poligonal de la base de la bóveda. Al no pasar los nervios por la clave —en contra de lo que es habitual en las bóvedas convencionales de crucería—, queda en el centro un hueco —otra vez un octógono— que permite abrir en él un óculo o prolongar la bóveda en un cimborrio u otra bóveda más pequeña, adornada generalmente de mocárabes o de gallones (2). Respetando el hueco poligonal, existen también otras bóvedas califales (de nuevo la mezquita de Córdoba sale al encuentro) que se apartan más o menos del formato de estrella y entrecruzan sus nervios libremente, pudiendo estos —no en el caso de la mezquita— llegar a doce o dieciséis.
El arte mudéjar mantuvo y propagó la bóveda califal. El paso constante de peregrinos foráneos por los muchos caminos que en la Edad Media conducían a Santiago de Compostela contribuyó a su conocimiento, que traspasó fronteras. El escaso centenar de bóvedas califales que ha llegado hasta nosotros (frente a las varias decenas de miles de bóvedas de crucería tradicionales en todo el mundo) se reparten, además de por España, por otros países de Europa, Asia y norte de África. La productividad de la «bóveda de nervios (o arcos) que no se cruzan en el centro» —como prefieren algunos denominar a nuestra bóveda califal— trascendió época y estilo, y no solo encontró acomodo en los gustos del gótico y del renacimiento, sino que atrajo la atención de otros arquitectos más modernos, que vieron en ella el complemento idóneo para armar estructuras vanguardistas o para integrarla en un eclecticismo de nuevo cuño.
Llamar «bóveda de arcos entrecruzados” a la bóveda califal —como acostumbran muchos— sin entrar en las matizaciones pertinentes arriba señaladas, no sirve para identificarla, ya que la infinita variedad de bóvedas de crucería que nos ha legado la historia del arte presentan indefectiblemente arcos entrecruzados.
Alarife. Árabe. Islámico. Musulmán/a. Omeya.

Capilla de Villaviciosa. Mezquita-catedral de Córdoba.
En sus esquinas hay otras bóvedas más pequeñas.
Hacia 965.

Bóveda de la linterna de la iglesia del Santo Sepulcro.
Torres del Río (Navarra). Siglo XII.

Bóveda califal llevada al gótico. Cimborrio
de la catedral de Santa María de la Huerta.
Tarazona (Zaragoza). 1545.

Bóveda califal llevada al gótico. Bóveda del
cimborrio de la concatedral de Santa María de
Mediavilla. Teruel. 1538.

Capilla de Talavera o del Salvador. Catedral
vieja de Santa María de la Sede. Salamanca.
Principios del siglo XIII.

Cúpula de la iglesia de S. Blas. Hospital de San Blas
(Pirineos Atlánticos o País Vasco Francés, Francia).
Mediados del siglo XII.
♣ (clica encima de las imágenes)