Sillares y mampuestos
catafalco
Representación pomposa y ocasional de un túmulo (2) para las honras fúnebres o las exequias religiosas de alguien importante, con la presencia o no del cuerpo del difunto. Desde el siglo XIV el catafalco estaba reservado a personajes de la realeza y del estamento noble, así como a prelados de alto rango eclesiástico. El paso de los siglos fue democratizando su uso, y ya en el siglo XIX disfrutaban también de catafalco quienes podían costearse el debido estipendio eclesiástico.
La nota distintiva del catafalco ha sido siempre su gradual magnificencia. Y si bien se monta solamente para la ocasión, este sagrado arte efímero ha conservado regularmente piezas artísticas de otros tiempos —talladas, cinceladas, tejidas o pintadas ex profeso—, representando en clave cristiana la muerte y el mundo de ultratumba. Excepcionalmente hay catafalcos permanentes que, cual sombrío cenotafio, perpetúan a toda hora la memoria del difunto ausente.

Catafalco de uso reciente. Iglesia de
Santa María Magdalena. La Torre de
Esteban Hambrán (Toledo). 1753.

Catafalco para las honras fúnebres del
rey Alfonso XII celebradas en la catedral
de Manila, tras fallecer en Madrid. 1885.
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