Sillares y mampuestos
crismón
Anagrama de Cristo formado por las dos letras iniciales de su nombre en griego, Χριστός («Khrīstós»), o sea, XP, montadas una sobre otra [ver abajo primera imagen]. (La equivalencia de tales letras no es «equis» y «pe», pues no son latinas, sino «ji» y «rho», sus respectivos fonemas griegos.) Cristo significa en griego «El Ungido», nombre que desde siglos los judíos tenían reservado —en hebreo, naturalmente— para el último y definitivo Mesías de su pueblo, pero que los evangelios —escritos en griego sobre formulaciones arameas— se lo adjudicaron a Jesús de Nazaret. En la segunda mitad del siglo I está ya en conocimiento del vasto Imperio romano que la nueva y pujante religión de los cristianos había tenido por inspirador a un palestino de nombre Christus o Χριστός. (Pasarían varios siglos hasta que se acuñara el binomio «era cristiana», con el que todavía hoy se rige la Historia en gran parte del orbe terráqueo.)
La representación pública del crismón tuvo su origen en la adaptación que los cristianos hicieron en el siglo IV —una vez que su fe obtuvo el reconocimiento gubernamental para ser profesada públicamente— del vítor imperial, signo de victoria. Pero hasta llegar aquí, el anagrama XP les había servido de secreto salvoconducto en la clandestinidad. El emperador Constantino I el Grande, que fue el artífice de aquel reconocimiento (la declaración definitiva del cristianismo como religión del Imperio llegaría 65 años más tarde —en el 380— con el español Teodosio I), le dio al nuevo anagrama carácter oficial, acuñándolo en las monedas y estampándolo como lábaro en los estandartes de las legiones.
Pero fue en el arte románico donde el crismón alcanzó su eclosión plástica, si bien mantuvo en todo momento notables diferencias de ejecución. El crismón más sencillo está formado, como ya se ha dicho, por las dos primeras letras, superpuestas y en mayúscula, del nombre en griego de Cristo (Χριστός), X («ji») y Ρ («rho»). En otros crismones más evolucionados, de los extremos superiores de la X cuelgan la primera y la última letra del alfabeto griego, Α («alfa») y ω/Ω («omega»), indicando que Jesucristo, al decir del Apocalipsis, es el principio y el fin de todas las cosas. La letra S (Σ, ς, «sigma») que a veces aparece enroscada al pie de la P es, por un lado, la letra final de Χριστός, y por otro la inicial de Soter (Salvador), última letra además del primitivo símbolo cristiano, el pez, anagrama críptico de la época de las persecuciones: ΙΧΘΥΣ o ιχθυς («ichthys«), acrónimo griego que encerraba la confesión de fe de los perseguidos seguidores de Jesús: «Ίησοῦς Χριστός, Θεοῦ Υἱός, Σωτήρ» («Iēsous Xhristos Theou Hyios Soter«), o sea, «Jesucristo, de Dios el Hijo, Salvador», que pasaría a la liturgia de la Iglesia latina como Iesus Christus Deus Filius Salvator. Por tanto, el crismón románico no hace sino recoger de la tradición iconográfica paleocristiana una expresión plástica netamente centrada en la adhesión a Jesucristo.
El llamado «crismón trinitario», concepto inventariado en Jaca (Huesca) a finales del siglo XI, no es sino una interpretación oportunista, con fines antiheréticos, del preexistente crismón cristológico, en el cual las letras griegas X, P y S tenían pleno significado referidas exclusivamente a Cristo, como ya hemos visto. El crismón jaqués subvierte el valor de dichos signos para combatir el viejo modalismo y otras doctrinas antitrinitarias aún persistentes en la época, y hace que las letras griegas mencionadas, ajenas ya a la cultura latina de la Baja Edad Media, vengan a significar otra cosa, coyunturalmente acorde con los postulados teológicos más ortodoxos. Y así, las griegas P («rho») y S («sigma») vienen a representar, por su falsa homografía con las letras latinas P y S, algo bien distinto: Pater y Spiritus. Los signos griegos A y Ω se mantuvieron con su significado original, todavía reconocible por el común de los fieles, mientras que la X («ji») de Χριστός , si bien siguió centrando el anagrama, nada les decía ya a aquellas gentes del Medievo.
(Ver también este artículo.)
En el arte paleocristiano el crismón abunda principalmente en sarcófagos y objetos domésticos, mientras que en el románico los crismones presiden las portadas de las iglesias o se colocan como referencia principal en sus tímpanos (1).

Moneda romana con el lábaro cristiano de los
emperadores Constante y Constancio, hijos de
Constantino I. Siglo IV.

Crismón «trinitario» en dovela central de
la arquivolta mayor. Iglesia de S. Miguel
Arcángel. Estella (Navarra). Siglo XII.

Crismón “desordenado”. Portada de la iglesia
de Santa María. Santa Cruz de la Serós
(Huesca). Siglo XI.
♣ (clica encima de las imágenes)