Sillares y mampuestos
derrame
En un muro con el grosor suficiente para alojar un vano abocinado, disposición sesgada o en oblicuo del correspondiente rebaje del paramento (1), bien en el paño (3) exterior, bien en el interior, o en ambos. Alféizar (2). Capialzado. Umbral. Vuelta.
El derrame es inherente a la arquitectura románica. El que mira al interior viene determinado por la necesidad de iluminar durante el día los espacios habitables en unos edificios que, por medidas de seguridad, confortabilidad o, en el caso de los templos, por conveniencia espiritual, se dotaban de paredes robustas y compactas que procurasen el oportuno recogimiento. A menudo vemos derrames exteriores muy acentuados dando profundidad a vanos aspillerados (1) y a portadas abocinadas, y algo menores contorneando óculos (1) y rosetones (1). En castillos y palacios el derrame hacia fuera acompaña a aspilleras, saeteras y troneras (1), mientras que el derrame hacia dentro, de mayores proporciones y profundidad, es propio de los cortejadores, que dejan pasar más luz al interior y contribuyen a crear ambientes hogareños.
El derrame exterior de algunos vanos responde a la necesidad de ensanchar el campo visual de quienes miran o vigilan desde dentro. Estéticamente, el derrame exterior abocinado rompe la monotonía y opacidad de los amplios paños y, con los oportunos elementos ornamentales, puede dotar de elegancia y énfasis a vanos importantes, como las portadas de los templos dotados de arquivoltas (2) y los vanos aspillerados de muchos ábsides románicos.

Vanos con derrame del refectorio de
donados. M.º cisterciense de Santa
María de Huerta (Soria). Siglo XII.

Óculo con derrame y chambrana. Iglesia de San Juan
Bautista. Laguardia (Álava). Inicios del siglo XIII.

Portada con derrame de la iglesia de San
Miguel Arcángel. Trigueros del Valle
(Valladolid). Siglo XII.

Vanos con abocinamiento de doble rebaje.
Ábside de la iglesia de la Asunción. Valdeolivas
(Cuenca). Siglo XIII.

Doble derrame en la fachada de la catedral
vieja de Coimbra (Portugal), con la rareza
del ventanal suplantando al habitual
rosetón. Finales del siglo XII.
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