Sillares y mampuestos
equino
En el capitel dórico elemento almohadillado situado entre el ábaco (1) y el astrágalo. Con la llegada de los órdenes (1) jónico y corintio su lugar en el capitel lo ocupará un nuevo cuerpo, de nombre cesta o tambor (2), quedando el equino desplazado hacia arriba y reducido, al igual que el ábaco, a un delgado tablero (6), unas veces liso y otras labrado, con perfil de S o de escocia (1). Debajo de este disminuido equino, el capitel jónico introdujo la referida cesta, una moldura de grandes volutas esquineras, envolviendo otra moldura más estrecha de ovas y dardos. El capitel corintio por su parte innovó igualmente un tambor formado esta vez por hojas de acanto (1), pero manteniendo testimonialmente las volutas jónicas, que ahora emergían a modo de caulículos sobre las hojas de acanto. El capitel toscano devolvió al equino (y también al ábaco) su protagonismo en forma de voluminoso anillo, colocándolo en el mismo lugar que el orden dórico le había otorgado.
En la infinita variedad de capiteles árabes, el arte islámico restringe todos sus elementos al mundo vegetal, sin darle al equino, inexistente en muchos casos, un tratamiento específico. Al arte románico, por su parte, le gusta enaltecer el equino —ahora llamado cimacio (3)— revistiéndolo de hojas, flores y trenzados de tallos y plantas, además de taqueados o ajedrezados geométricos superpuestos, y es frecuente ver que dos o más capiteles yuxtapuestos, sobre todo en las columnas pareadas, comparten un mismo cimacio. Es tal la importancia del equino/cimacio en el románico que en muchos casos llega a engullir al ábaco, haciéndolo desaparecer.

Columnas y capiteles toscanos de San Pietro
in Montorio, mandado construir en Roma por
los Reyes Católicos en 1502. Hoy pertenece a
la Academia de España.
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