Sillares y mampuestos
neorrománico
Estilo surgido en Europa a mediados del siglo XIX y que se prolongó hasta casi la primera mitad del siglo XX. Se enmarca en la nostálgica corriente historicista, que desde el siglo XVIII se mantenía efervescente, recuperando las formas arquitectónicas de tiempos pretéritos. Como su nombre indica, los cánones románicos volvían a ser objeto de admiración, y se copiaban sus diseños, especialmente por lo que atañe a la ornamentación, ya que la estructura constructiva respondía evidentemente a criterios y técnicas de edificación más avanzados.
La incidencia del neorrománico en España fue menor que en el resto de Europa, y afectó tanto al ámbito religioso como al civil. En algún caso las trazas neorrománicas se hicieron acompañar de rasgos neobizantinos y neogóticos, que sin embargo no llegaban a enmascarar el estilo (1) medieval por antonomasia que ahora se regeneraba.
Paradójicamente, en esa misma época se produjeron en la Península muchos expolios en forma de compra-venta —amparados en una inexistente legislación del patrimonio nacional— de excelentes piezas románicas en diferentes provincias españolas. Los Estados Unidos de América, enardecidos por un Medievo solo soñado, carentes de un pasado artístico del cual sentirse orgullosos, desembarcaron en las costas europeas dispuestos a adquirir con dólares lo que la propia historia les negaba. Y allí, en museos y colecciones privadas siguen desde entonces joyas hispanas de inestimable valor que vieron la luz durante los siglos XI-XIII.
El estilo neorrománico participó —en muchos casos por desconocimiento histórico— del gusto contemporáneo por la piedra cruda, sin revestimiento pictórico alguno, pues así es como se concebía entonces la arquitectura románica, sin advertir que las pinturas, ya desaparecidas, formaban parte indisociable del arte medieval (ver este artículo).

Basílica de Santa María la Real de Covadonga
(neorrománica con pináculos góticos).
Cangas de Onís (Asturias). 1901.
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