Sillares y mampuestos
nevero
o cava o pozo de nieve o nevera
Antigua construcción abovedada generalmente rural y ya sin el uso para el que fue concebida, en forma de gran pozo —de tres a catorce metros de profundidad y de ocho a quince metros de diámetro—, con paredes revestidas de ladrillo enfoscado, o bien de mampostería y mortero, ubicada por lo común en zonas de montaña al amparo de la umbría, con la misión de almacenar la nieve del invierno. Esta, una vez introducida en el nevero y convertida en hielo por compactación, se utilizaba durante el estío para usos culinarios y gastronómicos o remedios terapéuticos, tales como conservar alimentos o tomarlos fríos, elaborar helados y refrescos, mitigar la fiebre, rebajar una inflamación, curar quemaduras, cortar hemorragias o aliviar lesiones traumáticas.
Desde la Antigüedad hay constancia de neveros en numerosas culturas, pero con la romanización se extendió su uso por todas las regiones del Imperio.
En el interior del pozo la nieve se apisonaba con mazos formando capas de 30 a 50 cm de espesor, separándolas unas de otras con paja y hojas. Llegados los calores, la nieve convertida ya en hielo se cortaba en manejables bloques (2), que eran transportados de noche a lomos de mula o en carretas, y depositados de madrugada en las «neverías» de pueblos y ciudades para su venta, o se servían directamente a aquellos hogares que podían permitirse tal lujo, los cuales disponían en su mayoría de un armario o un arcón fabricado a propósito para conservar el hielo el mayor tiempo posible.
El nevero se cubría al exterior con falsa bóveda preferentemente de sillarejo, que permitía la aireación y la temperatura adecuadas. Apeaba la bóveda en un muro exterior circular o cuadrado, en el que se abrían una o dos puertas por donde se trajinaba la paja, las hojas y la nieve, y también por allí se extraían los bloques de hielo ya cortados.
En las propias campañas de recogida y venta los neveros movilizaban gran cantidad de braceros. El comercio del hielo llegó a ser tan lucrativo que se gravó con impuestos. Desde el siglo XVI y hasta bien entrado el siglo XX los pozos de nieve se extendieron por toda la Península. Pero la fabricación industrial de hielo a finales del siglo XIX y la popularización del frigorífico o refrigerador eléctrico en los hogares a mediados del siglo XX propiciaron rápidamente el abandono de los neveros, que iniciaron su camino hacia la ruina o se utilizaron para otro tipo de almacenamiento. En la actualidad muchos de ellos, convenientemente restaurados, sirven de punto de interpretación de la riqueza etnográfica de la región.

Nevero (8 m de profundidad) en la umbría del palacio
de los reyes de Navarra (siglo XV). Olite. Ya pertenecía
al palacio viejo del siglo XIII.
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