Sillares y mampuestos
ortogonal
Término tomado de la geometría euclidiana (Euclides, matemático griego, 325-265 a. e.) para expresar el concepto de perpendicularidad. En una superficie, toda proyección ortogonal se fundamenta en un ángulo recto, y puede desarrollarse tanto horizontal como verticalmente. En arquitectura es ineludible la alusión al espacio ortogonal cuando se busca la simetría, en virtud de la cual una figura resulta perpendicular a otra, y esta a su vez es perpendicular a la primera.
En la ordenación del espacio urbano el trazado ortogonal tuvo muy buena acogida entre los arquitectos e ingenieros romanos, propulsores de planeamientos ortogonales como el indefectible doble eje cardo–decumano, y el establecimiento de ínsulas separadas por calles perpendiculares, siguiendo prácticamente el modelo militar del campamento. Pero la ortogonalidad urbana de Roma es solo nuestro referente más próximo de la Antigüedad, pues mucho antes la habían concebido ya los egipcios y babilonios, de quienes a su vez aprendieron los griegos (el urbanismo reticular, por ejemplo, es mérito de Hipódamo de Mileto, sigo V a. e.).
En virtud del canon ortogonal se trazan hoy como ayer calles (4) que se cortan en ángulo de noventa grados, con direcciones perpendiculares, y cada dirección se rige por líneas paralelas. Esto produce manzanas rectangulares o cuadradas a distancias constantes, con un efecto visual semejante al que presenta un damero o una cudrícula.

Plano ortogonal de la ciudad romana de Tingad (Túnez),
fundada por los veteranos de Trajano a comienzos
del siglo II.
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