Sillares y mampuestos
romana
La arquitectura romana, tributaria en muchas cosas de la predecesora cultura etrusca —asentada en Etruria (la Toscana, el Lacio y parte de la Campania), en el centro de la península itálica—, ejerció sin embargo con orgullo el derecho sucesorio del legado cultural griego —con el que contactó en primera instancia a través de la Magna Grecia (Sicilia y sur de Italia) y en un segundo momento con la corriente helenística—, en especial la relativa a los cánones arquitectónicos de los tres órdenes (1) clásicos (1), a los que incorporó algunos elementos de menor entidad que darían lugar a dos órdenes arquitectónicos nuevos: el orden compuesto y el orden toscano (este de influencia etrusca). Aun siendo importante para la historia del arte el continuismo romano de los órdenes griegos, no lo fue menos la perpetuación de las construcciones «al modo heleno», en muchas de las cuales se plasmaban además los órdenes referidos: templos, teatros, odeones, hipódromos, estadios (1), palestras, ágoras, etcétera.
Pero las obras (2) más genuinamente romanas se regían por lo útil y funcional, sin obligadas referencias al culto de la divinidad (templos) ni al adiestramiento del cuerpo (estadios, palestras) o del espíritu (teatro, odeón), vectores centrales para los griegos, sino por las necesidades civiles, urbanas, militares y de ocio. Nunca antes tampoco habían ido tan unidas arquitectura e ingeniería. Sus obras más exclusivas, inexistentes hasta entonces, son: los acueductos, los puentes (3), las termas, el circo y el anfiteatro, los arcos triunfales, las cloacas, las basílicas (de uso múltiple, en especial para dirimir jurídicamente pleitos comerciales) y las calzadas. Merecen destacarse el arco y la bóveda de medio punto como prototipos estructurales de sustentación, que aunque tomados de Oriente —directamente o a través de los etruscos—, Roma los potencia hasta límites insospechados, dando origen a la bóveda de arista (4) y a la cúpula, de incontestable protagonismo durante el Imperio y en los siglos venideros.
Aportación también típicamente romana es la presentación en un mismo edificio de tres de los —ya cinco— órdenes arquitectónicos: el dórico o el toscano para la planta (1) baja, el jónico para la del medio y el corintio para la superior.
El legado edilicio de Roma ha sido tan determinante para la posteridad como lo fue para ella la herencia recibida de los griegos.
Con el emperador Augusto se inaugura la pasión por lo helenístico. Pero una vez que entra en escena el talento romano, resulta difícil discernir qué obras son de artistas romanos helenizados y cuáles corresponden a artistas griegos romanizados.
Si el arte griego —también su prolongación helenística— es propenso a traducir la realidad en alegorías mitológicas, el genio romano da preferencia a un enfoque social y político en los asuntos que eleva a la categoría de arte. Ahora la realidad no se mitologiza, se somete al relato de la historia.

Panteón de Agripa/Adriano. Roma. Año 125.
El corte transversal nos ofrece la perfecta
esfericidad del conjunto.

Puente romano sobre el río Ucero, calzada entre
Asturica y Caesaraugusta. Burgo de Osma
(Soria). Siglo I a. e.
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