Sillares y mampuestos
triglifo
Adorno del friso (2) dórico en el entablamento (1) de un templo griego o de cualquier construcción del orden (1) mencionado, con forma de rectángulo vertical surcado por dos estrías y tres aristas (3) planas. Se da el contrasentido de que el ‘tri’ de triglifo alude precisamente a la estría o glifo (2) como determinante numérico, pero estrías solo tiene dos, mientras que es la arista la que realmente se triplica (salvo que se tengan en cuenta las no siempre presentes dos medias estrías de los extremos y se cuenten como una).
Los triglifos son la sublimación artística en piedra de las cabezas de viga de madera que en el periodo arcaico (2) de la arquitectura griega cargaban directamente sobre el arquitrabe sosteniendo la estructura de la cubierta (1).
El triglifo alterna, sin solución de continuidad, con las metopas (los antiguos espacios vacíos entre las vigas antes mencionadas), placas de piedra de las mismas dimensiones que los triglifos, a menudo labradas.
El arte románico, siempre atento a la tradición clásica (1), plasmó también su versión particular del friso dórico aprovechando los canecillos de sus aleros, procurando el espacio justo para la correspondiente “metopa“, lisa unas veces y labrada otras con motivos de libre inspiración. El románico de Galicia, especialmente, gusta de unir estos canecillos mediante arcatura, dando al conjunto mayor unidad y relieve. Más tarde, con el renacimiento y el neoclasicismo se volvió a repristinar, ya sin cambios, la idea del triglifo dórico, al tiempo que la metopa quedaba frecuentemente desprovista de labra alguna.

Ábside con “triglifos” y “metopas” románicos.
Iglesia del monasterio benedictino de Santo
Estevo de Ribas de Sil. Noguera de Ramuin
(Orense). Siglo XIII.
♣ (clica encima de las imágenes)