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Última actualización: 26 de mayo de 2022
Véase soga
Véase soga y tizón
Véase tizón
- En los órdenes (1) clásicos (1), sillar o losa rectangular que corona el capitel y del cual forma parte. Sobre él puede ir una imposta, un arquitrabe, un arco o una bóveda. En los capiteles dórico y toscano el ábaco destaca por su grosor. Por debajo de él se sitúa el equino, moldura lisa y gruesa, almohadillada en el capitel dórico y anular en el toscano. En los capiteles jónico y corintio, el equino se transforma en una composición llena de fantasía, a cual más diversa en cada uno de ellos, acaparando todo el protagonismo del capitel, mientras el ábaco queda reducido a uno o dos tableros (6) sobrepuestos, muy delgados y apenas moldurados. Tampoco con el románico recuperó el ábaco la prestancia que había perdido, quedando ahora a merced de un todopoderoso cimacio, que en ocasiones llegó incluso a absorberlo.
- Espacio liso y sin ornamentar, cual friso (4) vacío, en torno a los mosaicos y las paredes revestidas con mármoles decorados.
Ábaco apenas perfilado en un potente y único
cimacio para dos cestas entestadas. Claustro
de Mas del Vent. Palamós (Gerona). Siglo XII.Ábaco insignificante formando bloque con un
cimacio exuberante. Claustro de San Pedro el
Viejo. Huesca. Siglo XIII.♣ (clica encima de las imágenes)
Véase tesela
Véase comba
Aplicado al arte, fue el estilo (1) cultivado en Oriente Medio durante la dinastía Abasí (750-1258), la cual había derrocado a los Omeyas y trasladado de Siria a Iraq el centro del Imperio árabe, estableciendo su capital en Bagdad. La arquitectura abasí se caracteriza por el uso del ladrillo, el pilar, el arco conopial o en quilla, la decoración en estuco y el iwan, de tradición persa.
Véase naos
Véase ajedrezado o jaquelado o taqueado
Relativa a bocel, que tiene caracteres abocelados.
- Con forma de bocel.
- Se dice de un todo arquitectónico cuando uno o varios boceles destacan en él, entre otras posibles molduras, como principal elemento decorativo. Las impostas y las arquivoltas (2) de los templos románicos y góticos son con frecuencia un buen ejemplo de abocelado.
- Cualquier elemento arquitectónico, por lo común decorativo, que sin ser directamente un bocel adopta esa forma.
Vano del testero. Iglesia de San Esteban. Zamora.
Siglo XII.Impostas aboceladas. Torre de la iglesia
de San Pedro ad Víncula. Torralba de
Aragón (Huesca). Mitad del siglo XVI.Arquivolta de boceles y junquillos (1). Iglesia de San
Lorenzo. Zorita del Páramo (Palencia). Siglo XII.Acceso a la sala capitular. Monasterio de San Andrés
de Arroyo. Santibáñez de Ecla (Palencia). 1200.♣ (clica encima de las imágenes)
Que no se ha terminado de perfilar o se presenta intencionadamente con un perfil abocetado para lograr un determinado efecto artístico.
Que no se ha terminado de perfilar o presenta intencionadamente el aspecto de algo inacabado, apenas esbozado, con pretendidos fines artísticos. Arte conceptual.
♣ (clica encima de las imágenes)
Que presenta la concavidad inherente a los elementos abocinados.
Se dice de un vano preferentemente curvo que acusa un ensanchamiento progresivo desde el punto de arranque —de dentro a fuera—, en proyección perpendicular al paramento (1), bien en el paño (3) exterior, bien en el interior, o en ambos. En el primer caso, el paradigma por excelencia del abocinamiento es la arquivolta (2), tan reiterada en las portadas románicas y góticas. El final del abocinamiento lo determina el enrasado con el muro; no forma por tanto parte de él la frecuente chambrana que en muchas arquivoltas lo enmarca, sobresaliendo del paramento (ver este artículo).
Arco abocinado. Aspillera. Capialzado. Derrame. Saetera. Tronera (1).
Vano del ábside. Iglesia del monasterio jerónimo
de S. Juan de Ortega. Barrios de Colina (Burgos).
Siglo XII.♣ (clica encima de las imágenes)
Proviene del griego ἀψίς, -ῖδος (apsis apsidós: ‘arco‘, ‘bóveda‘). En un templo, es la parte abovedada semicircular o poligonal (testero) que sobresale en la cabecera. Muy frecuente en el románico y el gótico, es sin embargo la continuación de lo que ya los romanos conocían como éxedra en las basílicas. Por lo dicho, el lector habrá advertido ya que el concepto «ábside» ha sufrido una desviación en su etimología y ahora denota sin reparo tanto la cabecera de base cilíndrica como la de trazado poligonal —por más que en, en honor a la precisión, abogamos por llamar ábside al circular y testero al recto (ver este artículo)—.
El ábside, al igual que otros cuerpos (1), presenta una cara exterior o trasdós (4) y otra interior o intradós (1); ambas reciben el nombre de ábside, aun cuando su configuración arquitectónica —ornamental sobre todo— pueda ser muy diferente.
Tanto la cabecera semicircular como la de base rectangular pueden estar acompañadas de otros ábsides más pequeños (absidiolos), formando, según sea su número, un ábside tri, tetra, penta… -conque o -cónquido (ver triconque). Se habla además de ábside o testero doble o escalonado cuando otro u otros ábsides menores, semicirculares o cuadrados, se adhieren al mayor. Aun sin ser lo habitual, en las cabeceras románicas asistimos también a la combinación de testero (poligonal) seguido de ábside (semicircular). En algunas plantas de cruz latina vemos, por último, otros absidiolos integrados en los brazos del transepto.
A veces el semicilindro absidal es precedido por una porción recta —ligeramente sobresalida o bien sin solución de continuidad— que forma unidad con él; lo llamamos «tramo presbiterial».
En todos los casos, la visión más definida y completa del ábside se obtiene desde el exterior del templo, toda vez que la perspectiva de la cabecera desde dentro puede quedar enmascarada.
En la riqueza expresiva de la literatura románica, para designar el ábside central y los absidiolos semiesféricos se utilizan frecuentemente términos como cubo (4), cilindro, tambor (4), hemiciclo (2) —o cascarón absidial cuando el intradós del ábside presenta bóveda de horno—, que aun sin ajustarse estrictamente a su significado contribuyen a dotar al concepto de una mayor plasticidad.
Éxedra. Planta (1). Triconque.
Ver también este artículo.
Ábside con tramo recto de la iglesia de San Juan
Evangelista o ante Portam Latinam. Arroyo de la
Encomienda (Valladolid). Siglo XII.♣ (clica encima de las imágenes)
En la planta (1) de cruz latina de una iglesia distinguimos, por su analogía con la postura del Crucificado, los pies de la cabeza. Los pies son la parte del templo donde se halla generalmente la entrada principal, mientras que la cabeza se sitúa en el otro extremo, el más importante, allí donde se aposenta el presbiterio en torno al altar mayor. Es la cabecera, y hacia ella se dirigen todas las miradas. (Por su singularidad y escasa presencia en España, no entramos a considerar los templos con planta de cruz griega.) Obviando las diferencias, la analogía cristológica antes referida es transferible igualmente a otras iglesias de planta no cruciforme.
Vista desde el interior del templo la cabecera, puede que no percibamos bien su verdadero trazado; pero observada desde fuera —siempre que no esté adosada a otros edificios y por tanto encubierta—, presenta, en especial la románica y la gótica, dos diseños fundamentales: el semicircular o cilíndrico y el plano o poligonal. Al primero lo llamamos ábside, del griego ἀψίς, –ῖδος (apsis apsidós: ‘arco‘, ‘bóveda‘) y al segundo, que no contiene esfericidad alguna, testero (del latín tardío testa -ae, ‘parte superior de cabeza’). Adosados tanto a uno como a otro puede haber absidiolos, o sea, protuberancias arquitectónicas —cubos (4) o cilindros (1)— casi siempre con la misma forma geométrica que el ábside o el testero, pero generalmente más pequeños. Está claro que en el caso del testero es impropio hablar de absidiolos porque —salvo raras excepciones— dichas protuberancias, si las tiene, no son curvilíneas, pero a falta de mejor nombre es este el que se usa comúnmente.
Hay también cabeceras mixtas que armonizan testero y ábside, en ese orden, y al gran testero poligonal, a veces escalonado, se le adhieren también escalonadamente uno o más ábsides de menor tamaño. Este mismo diseño puede repetirse en los absidiolos.
La porción recta que, algo sobresalida o bien sin interrupción mural, algunas veces precede al semicírculo absidal —el llamado «tramo presbiterial»— no se considera testero, pero sí parte integrante y unívoca del ábside.
Como queda dicho, desde donde mejor se aprecia este juego de volúmenes es desde el exterior, ya que dentro de la iglesia pueden quedar desdibujados.
Por último, se registran casos en que un absidiolo —pocas veces un ábside— de planta y alzado (3) semicirculares en el intradós (1) se traduce en testero recto al exterior.
Expuestos estos matices, no nos extrañemos si oímos, incluso a expertos, hablar indistintamente de ábside y testero con valor de cabecera. Pero nos chirriarán los oídos o quedarán deslumbrados nuestros ojos al oír o leer frases como esta: «…se define el exterior del testero del ábside…».
Ver también este artículo.
(Para entender mejor los pies de foto de algunos monumentos que siguen a continuación puede consultarse la entrada triconque.)
ábside policónquido escalonado mixto
Iglesia del monasterio cisterciense de Sta. María de
Armenteira. Meis (Pontevedra). Siglo XII.♣ (clica encima de las imágenes
Véase absidal