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Sillares y mampuestos

capitel

Bloque (2) sillar o de madera o barro o fundición con labor de labra (1) que co­rona la parte superior de la columna, el pilar (1) o la pilastra. Sobre el capitel suele descansar un arquitrabe o el pie de un arco. De abajo arriba lo integran, pero no siempre con nitidez, cinco elementos, cincelados o tallados en un mismo bloque o ensamblados como piezas diferentes: el anillo astrágalo, el tambor (2) o cesta —equino en los capiteles dórico y toscano—, el cimacio (3) —propio del arte bizantino y del románico—, y el ábaco (1). En los cinco órdenes arquitectónicos clásicos (1) la forma del capitel determina la identidad de cada orden.

El capitel de la Antigüedad clásica (3) (asiria, egipcia, persa, griega, etc.) está concebido para mostrar totalmente sus cuatro caras. Con el arte románico y los estilos que le sucedieron, el capitel se adosa frecuentemente —excepto en la mayoría de los capiteles del claustro— a los elementos arquitectónicos con los que se relaciona, ocultando una parte de su volumen y dejando vistas solamente algunas de sus caras, modalidad característica de las pilastras.

Por su forma y época histórica, estos son los capiteles más conocidos y sus componentes:

 

⇒ ANTIGUO EGIPTO:

palmiforme: reproduce esquemáticamente las ramas de la palmera.

∼ papiriforme cerrado: se asemeja a la flor sin abrir del papiro.

∼ papiriforme abierto: se asemeja a la flor desplegada del papiro.

∼ lotiforme o campaniforme: representa la flor de loto abierta; se asemeja a una campana boca arriba.

compuesto: resultado de mezclar dos o más de los capiteles anteriores.

 

⇒ PERSIA:

∼ persa: dos figuras homogéneas y contrapuestas dejan entre sí un rebaje para recibir el arquitrabe.

 

⇒ GRECIA y ROMA:

 dórico (de abajo arriba): un astrágalo apenas insinuado, un dilatado equino redondeado y liso y un voluminoso ábaco paralelepípedo, igualmente liso.

∼ jónicode muy diversa factura según épocas y regiones, se puede resumir, de abajo arriba, en: un anillo inferior o collarinolabrado o liso; un equino formado por una ancha moldura con perfil de canal con vistosas volutas en sus extremos, componiendo sus cuatro caras o solo la frontal y la trasera, al tiempo que las laterales se ornamentan con cojinetes de hojas (entre voluta y voluta un bocel o kyma de ovas y dardos, y en los ángulos que forman las volutas con la kyma, sendas palmetas que se recuestan sobre la última ova del mencionado bocel); un ábaco formado por un fino tablero (6) con perfil de S —a veces ribeteado también de ovas y dardos— o de escocia, y con frecuencia un segundo tablero delgado y liso. Es preciso hacer hincapié en que esta descripción admite muchas variantes y que lo único que es común a todas ellas son las volutas, y aun  estas con facturas muy diversas.

∼ corintio: más esbelto que el jónico, sus cuatro caras albergan doble o triple fila de enhiestas hojas de acanto (1), que dejan aflorar por arriba los propios vástagos o pimpollos (caulículos), en recuerdo de las volutas del capitel jónico. Al igual que este, la cesta del capitel corintio va cubierta por un delgado ábaco formado por dos tableros, a menudo escalonados (e) y en chaflán, que muestran en su centro una roseta o florón por cada lado.

∼ compuesto: combinación de los capiteles jónico y corintio, adopta las volutas del primero y las hojas de acanto del segundo. Lo introdujeron los canteros romanos.

∼ toscano: adaptación romana del capitel dórico griego, presenta, en sentido descendente, un grueso ábaco cuadrangular, un equino circular cercano al medio baquetón (1), un primer anillo con perfil de baqueta, un ancho collarino liso (cuasiprolongación del fuste) y un segundo anillo-astrágalo con calibre de bocel.

 

⇒ EDAD MEDIA:

∼ bizantino: de forma troncopiramidal invertida, luce dos cuerpos polícromos muy decorados: el inferior o capitel pro­piamente dicho, con motivos vegetales, y el superior o cima­cio, que puede ser liso o labrado con temas bíblicos.

visigodo: continuador del capitel corintio según la más tardía interpretación romana —atrofiamiento de las hojas de acanto, reduciendo también su número y eliminando los caulículos—, pero también innovador, incorporando figuración animal y humana; con él se inaugura el capitel historiado, el cual alcanzará su máximo desarrollo, tanto en cantidad como en perfección, con el  arte románico.

asturiano: de corta duración y antecesor —a la par que coetáneo— del capitel mozárabe, se inspira en el mundo vegetal para configurar su parte más voluminosa, o sea, la cesta, con hojas de diverso tipo, en las que destacan los nervios bien perfilados. Un collarino sogueado traslada al capitel el gusto asturiano por esta ornamentación, tan presente en tantas otras manifestaciones de su arquitectura.

islámicohispanomusulmán. Durante el emirato independiente andalusí se emplean capiteles corintios reutilizados de edificios preexis­tentes o se imitan con formas estilizadas (aquí). Más tarde, en la época del califato cordobés, y siguiendo la misma tendencia de querer imitar el capitel corintio, aparecen los capiteles llamados de avispero, técnica que copian del románico hispano, con entrelazados (2) y urdimbre de cestería, agujereados a trépano. Posteriormente, los almohades fabrican un capitel muy colorista y variado con hojas de acanto y volutas estilizadas, además de unas cintas (1) ondu­ladas, por las que recibe el nombre de encintado, y que no son sino nuevas hojas de acanto esquematizadas. Por último, durante el período nazarí aparecen dos tipos más de capitel: el atauricado, con el cuer­po inferior de­corado como el anterior, con hojas de acanto estilizadas a modo de cinta serpenteante que sube y baja, y el cuerpo superior con ataurique; y el mocarábigo, repleto de mocárabes. Pero la fantasía de los alarifes árabes nos legó además una extensa muestra de capiteles mixtos de difícil clasificación.

románico: 1, 2, 34, 5, 6 y 7, de inspiración absolutamente libre tanto en la forma como en los motivos que desarrolla. Aparte de un ábaco sin apenas protagonismo y a veces inexistente, el capitel románico exhibe dos elementos fundamentales: el cimacio, una voluminosa moldura en bisel, unas veces recta y otras cóncava o convexa, labrada con fantasías decorativas de tipo vegetal, animal o geométrico, y la cesta, un cuerpo (1) esculpido con infinidad de expresiones fitomórficas y temas bíblicos, sociales, teológicos, morales y del bestiario. Dado su origen y desarrollo religioso, en sus representaciones cabe destacar además la presencia paradójica de escenas domésticas, agrícolas, artesanales, eróticas, obscenas y escatológicas, así como una acentuada crítica social en clave de humor y de parodia. Desde el punto de vista formal, su formulación puede resumirse en: orna­mental (diseños vegetales o filigranas geométricas), figu­rada (repre­sentación de seres humanos y animales, reales o fantásticos, y objetos diversos) e historiada (hechos bíblicos, hagiográficos o históricos). Esta última iba encaminada a instruir a los fieles —la inmensa mayoría analfabetos— so­bre los miste­rios de la fe cristiana y la vida de los santos. Un excelente muestrario de los temas que el románico pleno desarrolló en los capiteles lo encuentras aquí.

Es sin duda el capitel románico el paradigma de la libre expresión en la historia del arte. No se había dado hasta entonces ni se daría después una libertad mayor en la concepción de las formas arquitectónicas elementales, tan variopintas, atrevidas e innovadoras. Sin embargo, a partir del año 1100, con la irrupción del estilo cisterciense, los capiteles románicos van perdiendo su exuberancia y paroxismo en favor de una absoluta simplicidad, carente de imaginación, que se circunscribe en exclusiva a las formas vegetales (aquí), y aun estas expresadas esquemáticamente (aquí).

∼ gótico: al principio apenas se diferencia del capitel románico. Sin embargo, los elevados pilares de los grandes templos presentan en el punto de arranque de los nervios de la bóveda, o tal vez más abajo, una estrecha corona o imposta corrida rodeando el pilar, que no es sino la yuxtaposición abigarrada de los numerosos capiteles que corresponden a otros tantos semifustes o baquetones que conforman el pilar (1) fasciculado. En general, la tendencia en la configuración del capitel gótico, al quedar este tan lejos de la vista, fue reducir cada vez más su volumen y ornamento, hasta desaparecer en algunos casos (enjarje [2]), o reducir su cuerpo a dos o tres anillos simples o a una escueta y anular faja decorativa.

 

⇒ EDAD MODERNA y CONTEMPORÁNEA:

∼ renacentista: reformulación de cualquiera de los cinco órdenes clásicos, que aun permaneciendo reconocibles en todo momento, reciben aditamentos ornamentales ajenos al capitel original.

∼ neoclásico: sigue las mismas pautas del periodo renacentista, pero con más mesura interpretativa y mayor fidelidad a los cánones primigenios.

∼ modernista: de formas asimétricas, es reflejo casi siempre de la inspiración emocional del artífice, que busca con preferencia sus fuentes en el medio natural, pero sin supeditarse necesariamente a la reproducción cabal de los modelos.

ecléctico: aquí y aquí, interpreta libremente tanto las formas vegetales clásicas como las medievales (historiadas unas veces y vegetales otras), por lo general con rasgos estilizados.

 

 

partes de un capitel clásico y su ubicación
en la columna

egipcio palmiforme
Templo de Unes en Saqqara. 2000 a. e.

egipcio papiriforme abierto
Templo tolemaico de Debod (Nubia).
Madrid. Siglo II a. e.

egipcio papiriforme cerrado
Templo tolemaico de Medamud.
Siglo III a. e.

egipcio lotiforme o campaniforme
Necrópolis tebana del Rameseum. Luxor. Siglo XIII a. e.

egipcio compuesto
Templo de Jnum. Esna (Qena).
Siglos I-II, bajo dominio romano.

persa
Palacio de Susa (Irán) con Artejerjes II.
Siglo V a. e. Museo del Louvre (París).

 

dórico
Columna del Partenón. Acrópolis de Atenas.
447-432 a. e.

jónico
Templo del Erecteión. Acrópolis de Atenas.
421-406 a. e.

 

corintio
Templo de Zeus Olímpico. Atenas.
Siglo II a. e.

compuesto
Museo Arqueológico de Sevilla. Siglo II.

toscano
Portada principal de la catedral de Nuestra
Señora de la Asunción. Valladolid. Siglo XVI.

bizantino
Iglesia paleocristiana de San Apolinar.
Rávena (Italia). Siglo VI.

capitel visigodo
Iglesia de San Pedro de la Nave. El Campillo
(Zamora). Siglo VII.

capitel asturiano
Iglesia de San Salvador de Valdediós. Villaviciosa
(Asturias). 893.

 

capitel asturiano
Iglesia de San Salvador. Priasca (Villaviciosa,
Asturias). 921.

emiral de inspiración clásica
Museo Arqueológico Nacional. Madrid.
Siglo IX.

califal (versión andalusí del compuesto)
Salón Rico o del Trono. Medina Azahara
(Córdoba). Siglo X.

almohade encintado
Palacio de la alcazaba de Málaga. Siglo XV.

 

nazarí atauricado
Patio de la Reja (Museo de La Alhambra).
Granada. Siglo XIV.

 

nazarí mocarábigo
Sala Regia. Palacio del Generalife.
Granada. Siglo XIV.

románico adosado hagiográfico
Iglesia de San Martín. Frómista (Palencia).
Siglos XI y XIX.

románico exento agrícola
Cesta de capitel del monasterio de San Pedro
de Valdecal. Santa María de Mave (Palencia).
MAN, Madrid. Comienzos del siglo XII.

románico doble historiado AT
Capitel de Job. Antigua catedral románica de
Pamplona. Museo de Navarra. Siglo XII.

 

románico doble historiado NT
Traslado del apóstol Santiago tras su martirio.
Claustro de la catedral de Tudela (Navarra). 1200.

románico grotesco
Iglesia de San Facundo y San Primitivo.
Silió (Cantabria). Siglo XII.

románico con bestiario
Iglesia de Santa María. Villanueva de Teverga
(Asturias). Siglo XII.

 

románico triple con bestiario
Panda este del claustro. Concatedral de
San Pedro. Soria. Siglo XII.

vegetal esquemático cisterciense
Sala capitular del monasterio de Fitero
(Navarra). 1190.

vegetal naturalista cisterciense
Claustro del monasterio de San Andrés de
Arroyo. Santibáñez de Ecla (Palencia). 1200.

gótico
Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción.
Briones (La Rioja). Siglo XVI.

renacentista

 

neoclásico en pilastra

modernista
Iglesia de la Sagrada Familia. Barcelona.
Siglo XX.

moderno de inspiración románica
Palacio de Maricel (hoy museo). Sitges
(Barcelona). 1915.

moderno ecléctico
Pórtico de la iglesia de Nuestra Señora
de la Buena Dicha. Madrid. 1916.

 

 

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